Swing como actitud frente a la vida
El nuevo estilo de jazz, el swing, se originó a mediados de 1930 en los Estados Unidos y generó un renovado interés por el jazz en todo el mundo, incluso en la Alemania nazi. En la medida en que el mundo comenzó a recuperarse de la depresión económica, el swing y la música influenciada por el swing representaron la última tendencia de la música popular. A pesar de la discriminación contra la música y la cultura del jazz en el Tercer Reich, el swing encontró un público entusiasta y deseoso de baile. Sin embargo, para un grupo de admiradores jóvenes en su mayoría, la música y baile del swing representaron más que una moda pasajera: para ellos se convirtió en una actitud frente a la vida. Estos seguidores entusiastas del swing crearon su propia cultura juvenil diferenciada. Se los encontraba principalmente en las grandes ciudades de casi todo el continente europeo, por ejemplo, en Inglaterra, Francia (Les Zazous), Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Austria (Schlurfs), Suiza y en la ex Checoslovaquia. En comparación con el desarrollo en otros países, sin embargo, los fanáticos alemanes del swing se vieron muy afectados no sólo por la estigmatización que los nazis hicieron del jazz, sino también por los preparativos para la guerra y/o experiencias de guerra. Esto significó que sólo en Alemania, y en la anexada Austria, Swingjugend se convirtió en una cuestión política.
Swingjugend
La primera “pandilla del swing” alemana, como le decían despectivamente en la jerga nazi, se originó entre 1935 y 1936 en Hamburgo, Berlín y Frankfurt del Meno. Casualmente, aunque el término Swingjugend (Jóvenes del swing) también deriva de la jerga nazi y es igualmente discriminatorio en intención, se convirtió en el término estándar. Sin embargo, el término Swing Kids (o Jóvenes del swing), no tuvo su origen en la historia, sino que apareció por primera vez en la película con el mismo nombre (Director Thomas Carter, 1993, Estados Unidos). Durante los primeros años de la guerra, el movimiento Swingjugend registró la entrada de un gran número de miembros y se convirtió en un movimiento de protesta que el régimen nazi tuvo que considerar seriamente. Los Swingjugend rechazaban el estado nazi, sobre todo por su ideología y uniformidad, su militarismo, “el principio de autoridad del führer” y la nivelación Volksgemeinschaft (comunidad del pueblo). Sufrieron una restricción masiva de su libertad personal; se rebelaron contra todo esto a través del jazz y del swing, que estaban a favor del amor a la vida, la autodeterminación, el no conformismo, la libertad, la independencia, el liberalismo y el internacionalismo.
Además de la agradable apariencia externa de los Swingjugend, que se basaba en la vestimenta y el estilo de vida angloamericano e iba acompañada de un comportamiento tranquilo y relajado, los nazis se sentían insultados principalmente por su actitud liberal frente a la vida. Dado que los Swingjugend no se preocupaban demasiado por los toques de queda, las prohibiciones de baile o la prohibición de escuchar las denominadas “estaciones de radio enemigas” una vez iniciada la guerra, entraron en más conflicto con el estado nazi. Sumado a esto, los Swingjugend comenzaron a expresar su posición opositora cada vez más explícitamente. Esto incluía desde burlas al movimiento nazi a través de acciones provocativas y confrontaciones violentas hasta su negativa a pertenecer a la membresía obligatoria de las Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas) y a la Bund Deutscher Mädel (Liga de Muchachas Alemanas) o al servicio militar del ejército. Sin embargo, el compromiso que los Swingjugend tenían con el jazz hizo que fueran discriminados, aislados y asesinados por razones que no estaban relacionadas con la música (presunta resistencia moral, rechazo de servicio en las Juventudes Hitlerianas o en la Liga de Muchachas Alemanas, por ser de fe judía, etc.). Dichos actos provocaron que los seguidores del swing sufrieran todo tipo de sanciones y actos de venganza. Pero la lucha contra los Swingjugend se dificultó por el hecho de que el estado alemán no tenía medios acordados a nivel nacional para lidiar con ellos y además los nazis no se enfrentaban con una organización unificada, sino con grupos de amigos prácticamente no organizados.
Fanáticos del swing de Hamburgo en campos nazis
Puesto que Hamburgo era considerada el centro de los Swingjugend, la Gestapo, la policía y otras organizaciones gubernamentales avanzaron allí con especial crueldad contra el movimiento del swing. Muchos ‘chicos y chicas del swing’ tuvieron que soportar interrogatorios discriminatorios, torturas y detenciones por parte de la Gestapo, lo cual llevó a que muchos fanáticos del swing se suicidaran. Incluso el líder nacional de las SS en persona, Heinrich Himmler, pidió en una carta del 26 de enero de 1942 que sus “cabecillas” fueran encerrados en campos de concentración por dos o tres años. Entre cuarenta y setenta ‘chicos y chicas del swing’ de Hamburgo fueron deportados a varios campos nazis. Los jóvenes menores de 18 años fueron enviados, en términos generales, a los denominados Jugendschutzlager (o campos de detención juveniles: un tipo de campo de concentración para gente joven). Los varones eran enviados al campo masculino de Moringen; mientras que las chicas eran enviadas al campo femenino de Uckermark, que se encontraba cerca de Ravensbrück. Por otra parte, luego de marzo de 1942, los miembros adultos y judíos del swing fueron deportados a Theresienstadt o a campos de concentración en Bergen-Belsen, Buchenwald, Harzungen, Dora-Mittelbau, Neuengamme, Ravensbrück, Sachenhausen o Auschwitz.
Las “chicas del swing” eran albergadas en forma separada en el campo de detención juvenil de Uckermark en 1942 y eran sometidas a permanentes actos de intimidación por parte de las SS. Dado que los “chicos del swing” habían sido categorizados como prisioneros políticos opositores en el campo de detención juvenil de Moringen, se los encerró a todos juntos en la misma barraca. Esto significaba que se podían dar ánimo mutuamente. Juntos cantaban en secreto títulos de canciones populares de swing como ‘Jeepers, Creepers’, ‘Caravan’, ‘Some Of These Days’, ‘The Flat Foot Floogie’, ‘Sweet Sue, Just You’ o ‘Goody Goody’. Como sus compañeros prisioneros, también tenían que trabajar días enteros en tareas forzadas de la fábrica de municiones. Pero como la fábrica no era monitoreada por las SS, podían disfrutar colectivamente de su pasión por el jazz en las pausas. Günter Discher recuerda cómo imitaban la actuación de una gran banda:
La mina de sal donde trabajábamos tenía muy buena acústica. Uno de nosotros tocaba en cartuchos, que eran como cajas de madera, y otro tocaba el tambor con unos palillos. Improvisábamos de todo. A veces sonaba feo. De todos modos, habíamos pasado exitosamente nuestro denominado descanso del desayuno. Era una estrategia de supervivencia.
Mucho más peligroso era escuchar a escondidas programas de radio en la cafetería de las SS. Por medio de estas acciones, los “chicos del swing” no sólo usaban el jazz para mantener la identidad de su grupo en Moringen, sino también para mostrar su posición opositora y distinguirse del resto de los prisioneros. Sus queridos compañeros prisioneros, según Discher, “no sabían qué hacer con la música del swing. Nosotros, los seguidores del swing, nos volvimos arrogantes y teníamos poco contacto con los demás.”
Por otra parte, las “chicas del swing” de Hamburgo en los campos de concentración de Ravensbrück cantaban expresamente para sus compañeras prisioneras. Estaban encerradas en la misma barraca de otras prisioneras políticas. Las hermanas Jutta e Inga Madlung pertenecían a este grupo y presentaban distintas melodías de swing luego de trabajar o cuando se apagaban las luces. En una entrevista, Jutta Madlung recordaba:
Les gustaba y se ponían contentas con la variedad que presentábamos cuando cantábamos ‘In the Mood’, ‘Bei mir bist du schoen’, ‘A Tisket, a Tasket’ o alguna otra cosa.
Pero debían tomarse precauciones para que ningún supervisor descubriera accidentalmente las actuaciones de las melodías de jazz que ellos tanto odiaban: “A veces, por la noche, luego de que se apagaran las luces, rápidamente cubríamos las ventanas con nuestras sábanas y cantábamos.”
Herbert Schemmel, encerrado en el campo de concentración de Neuengamme, cuenta una parte audaz de la historia del swing. Luego de que sus padres recibieran su colección privada de discos confiscada, este fanático de jazz pidió que le enviaran los discos al campo. Esto le era posible puesto que las SS habían tenido que hacer concesiones con los prisioneros luego de mediados de 1942 para compensar su alto uso de prisioneros para trabajo forzado. Así los prisioneros podían formar bandas en el campo o recibir paquetes de comida. Schemmel corrió el riesgo de hacer que le enviaran discos, dado que como Lagerschreiber (escriba del campo), ocupaba un alto puesto en el denominado Häftlingsselbstverwaltung (autogobierno de prisioneros), designado por los comandantes del campo.
Inmediatamente después, tenía mi tocadiscos portátil junto con aproximadamente cien discos que me enviaron (discos de swing ingleses y norteamericanos). Llegaron aquí pero yo nunca los recibí. Schitli [Wilhelm Schitli, jefe del campo de detención] me llamaba y me decía que ya había algo en mis archivos sobre conexiones con los círculos industriales ingleses. Los discos, por lo tanto, tenían que ser confiscados y eran guardados con mis cosas.
Y así fue. Pero un hombre de las SS registró mis discos, presuntamente peligrosos para el estado, y el tocadiscos y los usó en su casa para una fiesta. En la confusión de los últimos meses de la guerra, Herbert Schemmel finalmente pudo (en enero de 1945) sacar clandestinamente sus cosas del cuarto de efectos personales y escuchar sus discos de jazz nuevamente.
El hecho de que Herbert Schemmel haya recobrado nuevamente sus discos nos dice mucho sobre la persecución de los miembros del movimiento del swing. En resumidas cuentas, el régimen nazi no pudo ejercer el control completo sobre los Swingjugend y muchos fanáticos de swing siguieron siendo fieles a su música, incluso en los campos del Tercer Reich. Precisamente en esta situación extrema, la música fue un gran apoyo y constituyó una forma de resistencia intelectual, fortalecida principalmente por el recuerdo de todos los años de persecución a raíz de sus vínculos con el jazz. Sin embargo, a pesar del accionar audaz, no hay que olvidar que muchos “chicos y chicas del swing” murieron por las condiciones inhumanas de su encarcelamiento.